Tener un hermano con discapacidad intelectual cuando eres pequeño, para ti no tiene nada de especial. Es sólo tu hermano. Aquél con quien juegas, con quien te enfadas, a quien le quitas los juguetes, con quien ríes, a quien a veces le tienes rabia, a quien a veces te comes a besos y abrazos y a quien a veces tirarías por las escaleras. Nada más que un hermano.
Sí que hace cosas, que con el tiempo, entenderás que son diferentes, o que tal vez no han hecho todos los hermanos. Por ejemplo, cuando ayudas a tus padres a darle estimulación. Para ti, sólo lo haces correr y le mueves las piernas. Eso sí, cada día. Y de hecho, hay muchos días, cuando no para, que le dices a tus padres: “¿Queréis decir que no nos hemos pasado? Para ti, sólo te dedicas a poner y quitar tapones, a hacer bolas de papel, a soplar y soplar velas…Pero aún así, nada te parece especial.
Con el paso de los años, vas viendo en la mirada y en los comentarios de otra gente, que tal vez sí hay alguna cosa diferente o especial. Cuando vas a una tienda y todo se lo dan a él. Y tú dices: “¿Y a mí por qué no me dan nada si también soy pequeña?” O cuando te bañas en la piscina con él y escuchas otros padres que dicen a sus hijos: “No te acerques, ven aquí…” Y es así, como se hace evidente que ellos no ven a tu hermano como tú lo ves y empiezas a ver sus limitaciones, pero también empiezas a dar mucho más valor a sus capacidades. Todo eso que consigues, se convierte en un triunfo, en una fiesta para toda la familia. Cuando después de hacer montañas y montañas de bolas de papel, desenrosca el tapón de una botella se celebra mucho más que si nos hubiese tocado la lotería.
Y, empiezas a percibir la lucha y preocupación de los padres, por buscarle una escuela donde esté contento. Y prueban en tu escuela, pero la cosa no va bien. Y tú no dices nada, pero cada día en el recreo lo buscas y empiezas a sufrir porque los otros niños no juegan con él.
Pero claro, es normal. Para ti, es tu hermano pequeño, y lo quieres y lo quieres cuidar. Y tus compañeros también empiezan a decirte que tu hermano es diferente. Pero no te importa, ya lo sabes: es así para los otros. Para ti, sigue igual que siempre, tu hermano. Aquél con quien has ido creciendo y has generado complicidades, y del que muchas veces ya sabes que quiere antes que lo diga, y a quien muchas veces sólo entiendes tu porque le cuesta hablar como a los otros, y con quien tienes una infinita paciencia cuando quiere o no quiere alguna cosa, y con quien compartes muchos momentos. Porque ya has entendido que aquello que necesita tu hermano es tan sencillo como esto, que siempre haya alguien a su lado. Y que a pesar de que los dos os hacéis mayores, y a pesar que todos tenemos que hacer nuestra vida, y él, sobretodo, tendría que poder vivir la suya, tienes la certeza que no estar a su lado no es una opción.
En ocasiones, juegas al juego de intentar imaginar cómo sería tu hermano si no tuviese discapacidad intelectual y no encuentras la respuesta, porque para ti él es tal y como es. Aquello que tu ves, no es su discapacidad intelectual sino, sólo tu hermano. Aquel con quien a veces todavía te ríes, y te enfadas y comes a besos y abrazos y a quien todavía a veces, tirarías por las escaleras. Nada más que tu hermano.
Maise Balcells.